Los crimenes de Zaragoza
Me llamo Leticia Soler y hace tiempo dejé de contar los días que pasan. En mi piso ruinoso, la vida se mide en colillas apagadas y latas de cerveza vacías. Cuando la ciudad duerme, yo leo; cuando despierta, yo fumo y bebo. No espero redención, solo un final digno, aunque sea oscuro. Esa noche al volver de El Tubo con los labios resecos de tanto fumar y beber, encontré el libro en mi buzón. No tenía portada, solo un título gastado en letras doradas: Los crímenes de Zaragoza. Lo abrí al azar mientras el eco de mis tacones resonaba en el suelo de madera enmohecida. Las palabras me dejaron boquiabierta: una mujer asesinada en el Puente de Piedra, su cuerpo colgado de las barandilas, balanceándose como una muñeca al ritmo del cierzo. Cerré el libro y me encendí un cigarro. Era ficción, me dije, aunque las descripciones me pusieron los pelos de punta. A la mañana siguiente, la noticia me golpeó como un puñetazo: habían encontrado a una mujer en el Puente de Piedra, colgada. Intenté ign...