Amantes.

 Hubiera reconocido aquella mirada triste de ojos caídos entre un millón. Habían pasado más de veinte años años y ahí, frente a la Plaza Del Pilar, volví a encontrarme con aquellos ojos del color del mar.

—Que aproveche y feliz día de San Valero—dijo.

Me quedé embobado. Aún quedaban resquicios de antaño: su cara, todavía de aspecto aniñado; su pelo a la altura de aquel cuello que tantas veces había mordido, del color de la plata vieja.

Un murmullo ronco a mi espalda denotaba una prisa malhumorada para que aligerara el paso.

—Gracias por el roscón, Pilar—respondí deseando con todas mis fuerzas que reconociera mis ojos.

Me largué de ahí con el dulce en una mano y mi corazón del revés.

—¡Espera Marcos!

La vi caminado hacia mi entre la niebla espesa y, cuando estaba a menos de un palmo, me agarró de una mano y me abrazo. Hundí mi nariz entre su bufanda y aspiré su olor. Nos miramos a los ojos, aún cogidos de la mano.

—Me alegro mucho de verte, Marcos, ¿qué es de tu vida?

—Ya ves, me he convertido en un viejo gordo y calvo.

—Yo te veo muy bien.

—No he dejado de pensar en ti durante todos estos años, Pilar. Ni un solo día desde que nos vimos por primera vez en La Seo y me sonreíste de esa forma tan descarada. Pensaba que me querías y que te vendrías conmigo, pero seguiste con tu marido. No lo entiendo, te estuve esperando aquella noche en la estación Delicias durante horas.

—Lo siento, Marcos, no ha sido buena idea habernos encontrado. Adiós, tengo que marcharme, cada vez hay mas gente en la cola.

Miré el trozo de roscón envuelto en una servilleta de papel y lo tiré a la papelera. Caminé por toda la Plaza y salí a la calle Alfonso. El ambiente festivo me deprimió. Maldije haber encontrado aquellos ojos hacía tantos años y también haberlos visto ese día de nuevo.

Me crucé con unos padres que sonreían a su hijo pequeño mientras lo llevaban de la mano uno a cada lado, con un joven que tocaba el órgano a cambio de unas monedas, con media docena de inmigrantes que vendían zapatillas y bolsos falsos, con personas pidiendo una limosna en los portales para comida o para un cartón de vino del chino, pero mi cabeza solo pensaba en aquellos ojos azules de párpados caídos del color del mar y, con optimismo renovado, di media vuelta para cruzar de nuevo la plaza y volver a hacer fila.

—Hola Pilar...

No me contestó.

—Pilar, te quiero tanto.

—Por favor, Marcos, vete, ¿no ves que estás formando un tapón? Vete, sigues igual de loco. ¡Estás loco!

Las migas del roscón se me fueron escurriendo de entre los dedos, como arena de la playa y, entonces, eché de menos a las palomas rodeándome. Esperé a que Pilar saliera del trabajo en la catedral de La Seo para ir juntos de forma disimulada a una vieja pensión del centro donde alquilaban habitaciones por horas.

Fin.

Esme.

Comentarios

  1. Me recuerda alguna etapa de mi vida,bravo ,te doy las gracias ,enhorabuena.

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  2. No hay mejor manera que empezar el día con una lectura tuya. Me ha encantado. 😘

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