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Mostrando entradas de agosto, 2019

RELATO

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ENJAULADA Se levanta por la mañana, algo le pesa. No es la ropa, ya que duerme con un liviano camisón. No es el peinado, las horquillas las retiró anoche de su pelo, y sus rizos sobrevuelan libremente por sus hombros. Se mira en el espejo, no es el maquillaje lo que le pesa como una losa, ya que tan solo un ligero brillo acaricia su rostro. Ella en el fondo sabe lo que es, se siente como una marioneta donde unos hilos invisibles la mueven a su antojo. Algún día piensa... romperá esos hilos.

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Había una vez...un cocodrilo Algo hay que hacer, sonó a exigencia impuesta, ni siquiera a una leve sugerencia. Así comenzó todo, un domingo a mediados   de agosto por la tarde, donde el asfalto se mezclaba con las suelas baratas de mis zapatos, donde los kilos de más, debido a los excesos culinarios del grasiento buffet libre del hotel días atrás, eran la causa de mi sopor continuo, pero que gracias al aire acondicionado, y a la cerveza helada, esta morsa en la que me había convertido en apenas unas semanas, se sentía a gusto en su sillón. -El niño, cariño, está muy pesado, no quiere dormir la siesta, vamos al acuario, y así se distrae. Balbuceé, intenté argumentar algo, pero las palabras no salían de mi boca, mi mujer se mostró ante mi con los brazos en jarras, ya se había cambiado de ropa, y ambos mostraban una impaciencia difícil de disuadir. No tenía alternativa, absolutamente ninguna, por un momento barajé la idea de decirle que se fuera   ella con el niño, y poder

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LA VECINA Cuando la vi por primera vez, era un domingo cualquiera, justo antes de que empezara a tornarse la negrura en mi cabeza, y empezara a pensar en el lunes gris que se me avecinaba. Me asomé a la ventana a fumarme un cigarro, ahí la vi. Me pareció una diosa en medio del tedio, estaba medio desnuda, encima de una toalla, cubierta de una crema brillante, que hizo que entrecerrara los ojos por ver a semejante mujer. Me escondí, no quería que ella me descubriera, y si lo que yo quería era seguir observándola, debía de ser cauteloso. Me coloqué en el umbral de la ventana, detrás de la cortina, el cigarro lo apagué, no quería que ella notara ningún indicio de ser contemplada. Vestía un pantalón corto, e iba en sujetador de un color llamativo, al igual que las uñas de sus manos y de sus pies, que quedaban reflejadas a causa de los rayos de sol de aquella tarde. De cuerpo redondeado, cintura estrecha, y voluminosas caderas, al igual que sus pechos, que se mantenían e