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Mostrando entradas de 2020

Damas desnudas

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En París hay cientos de calles por donde uno puede perderse sin apenas darse cuenta. En una de ellas, vive Paul; en un ático sin cortinas y con vistas a la Torre Eiffel. En esa callejuela empedrada, donde siempre se llena de turistas sea la hora que sea, vive el protagonista de esta historia. El olor a croissant y el aroma a café recién hecho hace despertar los sentidos de Paul. Se encuentra en su ático con una mujer y la pinta sobre un lienzo. Desnuda. La dama, se llama Sophie. Paul, es un pintor bastante conocido por plasmar en el lienzo a mujeres sin ropa; de manera provocativa y sacando toda la sensualidad a través de la pintura . Sophie, es una pelirroja de cuarenta años. Su cara llena de pecas le hace parecer más infantil de la edad que tiene, pero su cuerpo no. Destaca por una figura protuberante; de anchas caderas, pecho grande y redondo. Sus piernas son largas y unas finas venas violáceas se marcan en la cara interna de sus muslos. Está sentada en una silla que prete

El niño sin cabeza

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  Elena se topó con una foto que creía perdida. Ahí, en ese trozo de cartón plastificado se encontraba Iván. En la esquina de la imagen, una fecha: treinta y uno de octubre de dos mil...Esa fue la foto que le hizo el mismo día que desapareció. La que le proporcionó a la policía para facilitar su aparición, esa y otra instantánea vestido de calle, porque el retrato que estaba frente a ella, Iván iba disfrazado de el niño sin cabeza, un disfraz que ella misma le hizo, incluida la cabeza, que Elena hizo con cartón y que luego ella misma encoló y pintó. Elena recuerda que a Iván le encantó la cabeza que le hizo, y también en lo orgulloso que la llevaba colocada en su mano derecha. Esa imagen que tenía delante, fue la que le fue devuelta meses después, porque el caso quedaba cerrado.—Señora, hay cientos de desapariciones todos los días. En todos los lugares del mundo...—El informe de su hijo Iván queda concluido. Un año más tarde, Elena observa a su hijo a través de la fotografía pudie

El chamizo de la Inés

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  Cruzó la esquina con su coche todavía en tercera y se comió como hubiera dicho—el Dani— todo el bordillo. Acababa de estar con él—con el Dani—pero no le dijo cuando lo dejó en la misma puerta del Mercadona que se iba a casa de —la Inés—      Mientras se alejaba después de haberlo dejado en la puerta del supermercado con sus zapatos de goma, su chaleco que le quedaba un poco justo para su gusto y eso que —el Dani—era flaco; un tirillas, como lo llamó aquella vez en ese bar donde se lo bebieron todo, mientras — el Dani— le contaba sus historias para no dormir, el chaleco—pensó ella—le quedaba demasiado estrecho.      Habían estado tomando un café en un bar cercano; un cortado para ella y un café solo con orujo para él y mientras ella se dedicaba a explotar el sobre de azúcar haciendo que los granos saltaran por encima de su falda—el Dani —sacó de su mochila un paquete de Donuts que devoró prácticamente sin masticar, mientras ella lo miraba con ojos escrutadores, dejando a un lado el

Relatos de café

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Recomendación literaria. Hoy os quiero recomendar el libro Relatos de café. Es un libro muy especial, ya que la autora soy yo y además el prólogo es de Julio Espinosa; gran escritor y poeta. Os diré que, Relatos de café es un conjunto de historias, donde la cotidianidad se entremezcla de forma casual con lo paranormal, y la estupidez humana puede llegar incluso hasta límites insospechados. También el humor, unido con la ironía, el terror, y el sexo, con o sin amor, están presentes en alguno de los relatos. Hay historias que se tornan amargas; como el café negro. Pero como todo en la vida, depende de la cantidad de azúcar que añadas a tu taza, o en cómo la veas en esos momentos. En este año difícil y oscuro que nos está tocando vivir, nada mejor que las letras entrelazadas entre sí, para que las pequeñas historias que leas se sumerjan en tu mente y te hagan olvidar... La vida a veces se cree larga. En el final del túnel dicen que es corta. Sírvete una taza de un buen café, espolvorea

Una mala madre

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Relato La mujer salió de su casa aprovechando la noche cerrada. Para no hacer ruido dejó la puerta de la entrada entreabierta y colocó una piedra en el quicio y evitar así que se porteara. Ella no debía de enterarse. La luna estaba cubierta por un puñado de nubes y tan solo una estrella despuntaba. Corría prácticamente sin aliento; con un hatillo en una mano y una canastilla vieja abrigando a un bebé en la otra. Sus ojos estaban desencajados a causa del esfuerzo, su tez pálida habitual ahora se tornaba roja, y unas venas se le comenzaban a marcar alrededor de sus ojos verdes. Se paró en seco y eso acabó formando una nube de polvo a sus pies. Acababa de llegar a las vías del tren. La estación quedaba a un lado y ya faltaba poco para que el cercanías llegara; exactamente haría su parada en siete minutos y pasado ese tiempo, el tren volvería a retomar su rumbo. Sin sacar al niño del canasto, ató el bulto a las vías con una cuerda que sacó del hatillo. El bebé dormía. La estación es

Relato

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El fin del mundo en un avión La presentadora de un canal noticias, irrumpe a media noche en mitad de una película que Sofía mira con el cuerpo en tensión; — el fin del mundo se acerca—... dicen a modo de titular unos labios inyectados en silicona. Sofía en esos momentos no sabe si la mujer que ha hecho su aparición forma parte del filme o no. Enseguida se da cuenta que la petarda acaba de joderle la película. La mujer que se encuentra metida dentro de la caja tonta, hace un pronóstico de la noticia con una voz plana y aflautada, como si en lugar de hablar por ella misma, fuera una muñeca, donde una mano y una voz le dicen lo que tiene que decir y lo que no. La muñeca de trapo, de labios de silicona que da el aviso, no enfatiza en ningún momento nada de lo que dice; ni siquiera cuando insiste en la frase—  el fin del mundo se acerca—... Las noticias ya, dejaron de tener importancia. Sofía coge el mando de la tele y sube el volumen; ...e l Estado cederá a cada familia, un a

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El baño Llegué a casa un viernes por la tarde desbordado por el trabajo, a la vez que acalorado y con la piel pegajosa como si fuera envuelto en capas y capas de la maldita miel del súper. No había nadie en el piso; ni rastro de mi mujer ni de mi hijo; lo cual me alegró. Por fin un poco de soledad. Eso era lo que necesitaba. Me desabroché la corbata y la coloqué con un cuidado exquisito, como si estuviera representando la función de teatro que horas antes figuraba ante mi jefe. Después de despojarme de ella, sentí que volvía a respirar y eso me condujo a quitarme la ropa hasta quedar totalmente desnudo. Me sentí tan bien y tan gozoso de estar así en mi casa, que me serví una copa de vino. El primer trago me supo a gloria y el segundo hizo que ya me dieran ganas de ponerme a tararear a Sinatra. Con la segunda copa en la mano y con una felicidad desmedida corrí hacia la bañera; quería sumergirme entre pompas de jabón y saborearlas como si de algodones de azúcar se trataran, ante

Relato

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Tobias Tobias vive solo en un antiguo piso situado en el centro de su ciudad. Tiene más de cincuenta años y nunca ha madrugado para ir a trabajar. Cobra una pensión que le paga el estado desde su mayoría de edad. Fue su madre, la que en vida se ocupó de que a Tobias no le faltara nunca de nada cuando ella no estuviera para cuidarlo. Tobias nació sano. Pesó casi seis kilos. Su cuerpo era similar a tener entre las manos unas vueltas de longaniza. Era blando y mofletudo unido a un color lechoso tanto en invierno como en verano. Fue siempre la delicia de su madre, que adoraba cada molla suya haciéndole ver a todo el que la rodeaba, que era el bebé más precioso del mundo. Tobias comenzó a andar con casi veinticuatro meses y para entonces los médicos y su esposo llevaban tiempo insistiendo en que dejara que el niño se moviera a su aire; que lo soltara para que gateara, corriera o escalara. Una tarde de primavera, mientras la madre de Tobias leía una revista en su pequeño balcón

Relato

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La metamorfosis Introduce su llave por la hendidura de la cerradura, y con un gesto estudiado abre la puerta de su casa. No enciende la luz. La casa está en penumbra. Se apoya en la pared estucada donde se deja caer hasta el suelo. Lo roza con la yema de los dedos, y un pensamiento fugaz le viene a la mente; debería de llamar a alguien para que le lijara el parquet. Lo nota áspero. Está así durante un rato. Un rato largo. Todavía sin cambiar, piensa en su compañera de trabajo y sonríe. Sigue a oscuras en mitad del pasillo. Ni siquiera se ha quitado el abrigo. La sonrisa va unida a un leve chillido. Unas imágenes en forma de diapositivas vienen a su mente; la cara de horror de Úrsula, y el gesto de su jefe acusándola de robo. Ella negando; diciendo que no ha cogido el dinero del cajón y su jefe amenazándola con echarla a la calle. También se ve a ella misma al otro lado de la puerta. Vigilándolos a oscuras y manteniendo la respiración para no ser descubierta, y luego a la

Relato

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Él y ella. Ella gritó. -¿Qué ocurre? -dijo él. -Ha salido el sol   -contestó ella con voz nerviosa. Él piensa   que hoy fue el sol. Ayer   un maldito arco iris y hace unos días   la causante de su ansiedad fue provocada por unos copos de   nieve formando pequeños granos de arroz alrededor de la ventana. Por eso no contesta. Porque siempre es lo mismo. Está cansado de ella y se inunda en un silencio, intentando expulsar las palabras constantes y absurdas de su mujer de su cabeza. Tantea a su alrededor   y con una mano   se sienta en su sillón. -¿Pero, no vienes? Su voz denota una insistencia frágil, algo semejante a cuando las cuerdas vocales flaquean. En el momento en el que parece que la vida fuera   un castillo de naipes y sé percibe que de un momento a otro alguien soplará para salir volando a algún lugar que nadie conoce, pero que saben que no les gustará. Llevan veintitrés días confinados. La mujer siente el rayo de luz. Percibe el círculo luminoso asom

Relato

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El detective Mientras revisaba los albaranes   pendientes del viernes, su compañero se lo sopló mientras masticaba su palillo: -Psss, ¿te has enterado? -¿De qué me tengo que enterar? -De la chica, de la chica que han encontrado esta mañana a la orilla envuelta en algas. Vaya mierda de detective que estás hecho tío.   Tragó saliva y se levantó de la silla. El ruido de sus zapatos crujieron en cuanto dio dos zancadas. Cogió un puñado de albaranes y se los llevó a su jefe. Entró sin llamar. -Ya era hora Lorenzo, esto tendría que haber estado para el viernes. Más te vale que te pongas las pilas. Si no... Dejó los papeles arrugados encima de otros, que se encontraban amontonados cogiendo polvo y salió por la puerta dando un portazo. -¿Qué?, ¿otra bronca del jefe? -Métete en tus asuntos. -Oye tío, que a mí me da igual si tienes mal rollo con Pepe o no, solo te he preguntado. No le contestó. Se sentó en la silla y un ligero chirrido se escuchó en todo