Relato

La metamorfosis


Introduce su llave por la hendidura de la cerradura, y con un gesto estudiado abre la puerta de su casa. No enciende la luz. La casa está en penumbra. Se apoya en la pared estucada donde se deja caer hasta el suelo. Lo roza con la yema de los dedos, y un pensamiento fugaz le viene a la mente; debería de llamar a alguien para que le lijara el parquet. Lo nota áspero.

Está así durante un rato. Un rato largo.
Todavía sin cambiar, piensa en su compañera de trabajo y sonríe. Sigue a oscuras en mitad del pasillo. Ni siquiera se ha quitado el abrigo. La sonrisa va unida a un leve chillido. Unas imágenes en forma de diapositivas vienen a su mente; la cara de horror de Úrsula, y el gesto de su jefe acusándola de robo. Ella negando; diciendo que no ha cogido el dinero del cajón y su jefe amenazándola con echarla a la calle. También se ve a ella misma al otro lado de la puerta. Vigilándolos a oscuras y manteniendo la respiración para no ser descubierta, y luego a la salida de la tienda, donde su compañera le jura, que ella no ha robado el dinero: -te creo Úrsula, ya se dará cuenta el viejo, pero tengo que dejarte. Tengo prisa.- Esa había sido su contestación.

La dejó sola. En mitad de la calle. Llorando. Aurora con paso ligero llegó justo cuando el tranvía hacía su parada, en el instante en que comenzaba a llover, y las lágrimas de Úrsula que seguía desamparada en mitad de la calle, se mezclaban con las gotas de lluvia. Eso a Aurora le da igual.

Se levantó del suelo dejando atrás los pensamientos que íban y venían por su cabeza; el robo del dinero, la cara aterrada de Úrsula, la lluvia repentina...Se impulsó con la mano y sintió como una pequeña astilla de madera se le clavaba en la palma. -Ahora si que es necesario lijar el suelo. -Se lo dijo a sí misma. Afirmando una evidencia que era inevitable no verla ni sentirla.

Fue a su habitación. Encendió la luz y se posó delante del espejo de media luna. Se quitó el abrigo y se miró a los ojos a través del espejo; vestida con una blusa blanca y una falda negra hasta media pierna. Su cuerpo no le decía nada, tampoco su cara, ni su pelo; se miró las rodillas que tenían la misma proporción que sus tobillos. Se quitó los zapatos y los miró asqueada, aunque pensándolo bien, estaba más atractiva con ellos. Fue desabotonándose los botones de la blusa hasta que llegó al último y se la quitó. Se miró en el espejo y vio un abdomen blanco y blando que le sobresalía por encima de la falda. Se lo tocó. Estaba hinchado. Bajó a continuación la cremallera de su falda y se quitó las medias. El abdomen que antes, le había parecido inflado, ahora ya sin la parte de abajo lo era todavía más. Se miró de perfil, y era tanta su dimensión que no fue suficiente el espejo de media luna para poder mirarse completamente. Los zapatos que antes había mirado con asco estaban junto a sus pies desnudos, no hacía falta ver, que sería imposible volvérselos a poner de nuevo. Sus pies no eran normales; sus dedos eran más largos, y su planta más ancha. Quiso intentar probar a ponerse un zapato, pero con tal mala suerte perdió el equilibrio y cayó al suelo, quedándose entonces a cuatro patas. Se quedó quieta. Quiso verse en el espejo de media luna pero no alcanzaba a verse, aunque, cuál fue su sorpresa que en uno de esos intentos logró saltar a la cama. Dio otro salto, y ahora lo que hizo fue baja de ella. Así estuvo durante un rato; subiendo y bajando, hasta que tuvo la incesante necesidad de ir al cuarto de baño. Necesitaba lavarse la cara. El recorrido que hizo por el pasillo hasta su destino lo ejecutó a la carrera. No se lo podía creer. Ya en el aseo, se percató de que no llegaba al grifo, lo que hizo entonces fue calcular la distancia que había entre el lavabo y un pequeño taburete; se puso a dos patas y después de un largo rato, logró colocarlo en el sitio deseado. Se sentía ágil cuando su necesidad era saltar de un lado a otro, aunque, por otro lado le extrañaba el no poder acceder a los sitios a los que antes lo hacía con facilidad. Fue en el momento, al sentir el agua en su cara, cuando algo empezó a sobresalirle por encima del labio superior. Revivió la sensación de mojarse la cara, y cuanto más lo hacía más pelo le salía. Se acercó al espejo. Se miró. Tenía bigote. Era largo y espeso. Volvió a echarse agua en la cara y cuando fue a mirarse lo único que vio fue el reflejo de una rata gorda y vieja. Bajó del taburete, esta vez cayó mal al suelo y acabó revolcándose por él, como si de una pelota se tratara, además, ¿qué tenía entre las patas? Intentaba mantener el equilibrio pero le era imposible. Iba dando vueltas sobre sí misma, así durante un buen rato. Tenía algo entre sus patas pero no sabía el que. Al final lo agarró con la boca y soltó un chillido. Se había mordido. Lo supo al cabo de unos minutos; no hacía falta verse en ningún espejo para saber que le había salido un rabo. Era largo, y le pareció un tanto incómodo, aunque al cabo de un tiempo ya se estaba acostumbrando a él. Se cercioró de algo; el aroma a comida. Nunca había sentido algo así. Era una mezcla de bálsamo que se entremezclaban formando un aroma increíble. Sintió un leve mareo. Su boca se le estaba haciendo agua. No necesitaba luz, ya que su olfato la guió hacia la cocina, y después de unos cuantos saltos, logró abrir la puerta de la nevera; se quedó mirando toda la comida a la vez que un reguero de baba mojaba sus patas pensando en el festín que se íba a dar.
La despertó un bote de tomate abierto que empezó a gotear y a caer encima de su cabeza. Se lo había comido todo, o casi todo, porque en cuanto vio el tetrabric supurar la salsa roja, empezó a chupar y a chupar hasta acabárselo. Se sentía llena y confusa. No sabía que estaba pasando, no entendía lo que le había ocurrido; por un lado venía a su cabeza la imagen propia convertida en una rata gorda y vieja que no quería volver a ver, aunque por otro lado, se sentía en conexión con su nueva imagen. Salió de la cocina dispuesta a volver a su habitación, cuando al pasar por el pasillo pisó una tabla del parquet y sintió un pequeño desnivel. Paró en seco. Ahí faltaba la astilla que se había clavado en la palma de la mano cuando era humana, antes de que pasara todo lo que estaba ocurriendo. Con una de las patas empezó a rascar el pequeño desnivel porque algo le decía que la cosa no terminaría ahí. Empezó a rascar y rascar, luego a morder y siguió mordiendo, entonces ya exhausta como estaba y a punto de rendirse de agotamiento, empezó a oír unos leves chillidos a través del suelo. Cuanto más rascaba más cerca los oía. Ya lo tenía; un agujero, había hecho un agujero ella sola, metió la cabeza por el hueco y haciendo fuerza logró meterse por ahí; estaba oscuro, olía mal, no veía nada, solo escuchaba unos chillidos que cada vez se hacían más sonoros. El primer mordisco que recibió la hizo chillar de dolor. Entonces pudo verlas; estaba rodeada de ratas gigantes, y lo peor de todo era que sabía que no tenía escapatoria. En un intento de saltar por el agujero por el que había entrado, una rata le mordió en la tripa haciendo que Aurora quedara desangrada. En esos momento, en el que ella intentaba saltar desesperada por el agujero para volver a su casa, el bolso de Aurora que se encontraba en la habitación, resbaló de la silla, haciendo descender suavemente el fardo de dinero, que había cogido aquella misma tarde del cajón de su jefe.



Esme




Comentarios

  1. Me encanta. Tienes ideas increíbles y en tan pocas palabras, describes, tantas cosas.

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    1. Hola, soy Theresa Williams Después de estar en una relación con Anderson durante años, él rompió conmigo, hice todo lo posible para traerlo de regreso, pero todo fue en vano, lo quería tanto por el amor que tengo por él, Le supliqué todo, hice promesas pero él se negó. Le expliqué mi problema a mi amiga y ella sugirió que debería contactar a un lanzador de hechizos que podría ayudarme a lanzar un hechizo para traerlo de vuelta, pero soy del tipo que nunca creyó en el hechizo, no tuve más remedio que intentarlo, yo envié por correo al lanzador de hechizos, y me dijo que no había problema de que todo estaría bien antes de los tres días, que mi ex volvería a mí antes de los tres días, lanzó el hechizo y sorprendentemente en el segundo día, eran alrededor de las 4 p.m. Mi ex me llamó, estaba tan sorprendido que respondí a la llamada y todo lo que dijo fue que lamentaba tanto todo lo que sucedió que quería que volviera con él, que me ama tanto. Estaba tan feliz y fui con él, así fue como comenzamos a vivir juntos felices de nuevo. Desde entonces, he prometido que cualquiera que conozca que tenga un problema de relación, sería de ayuda para esa persona al referirlo al único lanzador de hechizos real y poderoso que me ayudó con mi propio problema. Su correo electrónico: {drogunduspellcaster@gmail.com} puede enviarle un correo electrónico si necesita su ayuda en su relación o en cualquier otro caso.
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