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Mostrando entradas de 2021

Compañeros de trabajo...

He llegado del trabajo cansada de todo; casi diez horas de pie y sin apenas moverme, observando como unas patatas pasan por una canaleta de plástico una tras otra. Mi trabajo consiste en echar a un saco, las patatas podridas; el olor que se forma en la minúscula nave es nauseabundo. Hoy me toca sacarlo a mi fuera de ahí; un saco que lo mismo es más grande que yo. Como no puedo echármelo a la espalda lo arrastro con las dos manos los metros necesarios hasta llegar a la zona de los escombros. Hace tanto frío, que llevo las manos cuarteadas y el pelo me cae por la frente dejando que unas pequeñas gotas de rocío resbalen por mi nariz; me hacen cosquillas, pero no puedo soltar el puto saco. Lo único que me reconforta es que en cuanto suelte el bolsón mugriento me fumaré un cigarro. Me da lo mismo el frío, el viento y el olor. Me refugiaré entre los sacos y desde luego no pienso desperdiciar ni una calada. —¿Quieres fuego? Me sobresalto, la verdad. No esperaba a nadie en mi escondri

Noche de madrugada

  Se levantó de madrugada para ir al cuarto de baño. Su marido descansaba a su lado en la cama, igual que un niño pequeño. No dormía como ella; de lado y acurrucada a su cuerpo, si no hacia arriba, con los ojos abiertos mirando hacia el techo y, sus brazos cruzados colocados encima de su tripa. Lo vio tan a gusto que lo besó en la mejilla antes de salir de la cama y, pensó, que qué suerte tenía él, que ni aunque cayera en esos momentos una bomba ,él no despertaría jamás. Esme.

La consulta del dentista

  Tenía que llevar a mi hijo pequeño a la consulta del dentista. Era una mañana de agosto calurosa y pesada. Juanito estaba insoportable aquel día; llevaba despierto desde antes de las siete y yo no me dormí por lo menos hasta las tres de la madrugada. Quedaba por lo menos una hora para la cita que teníamos con el doctor, y con una sonrisa impostada—de lo único que tenía ganas era de tumbarme en la cama—,le dije a Juanito que antes de acudir al dentista, pasaríamos un rato antes por el parque; que seguro habría algún amiguito suyo con el que poder jugar antes de ir a que le vieran los dientes. En el parque no había nadie y, además pegaba todo el sol encima de los toboganes oxidados. Juanito comenzó a quejarse antes de que yo pudiera sentarme en un banco a tomar un poco de aquel sol amarillo que resplandecía sin piedad alguna. Le dije que se sentara en la sombra, y le ofrecí un trozo de torta con chocolate. Mientras Juanito alimentaba su gula, yo prendí un cigarro a la vez que leía u

Un sueño macabro

  Mi padre, antes de cada comida le hacía la señal de la cruz al pan. Hace tiempo que no le veo hacer tal gesto—pienso, que a lo mejor, es porque hace años que no me siento en la mesa con él, o a lo mejor es a causa de el accidente que sufrió hace ya años—; mi padre no tiene piernas. Las perdió en un accidente de coche. Iba con mi madre. Los dos solos. Ella no sufrió ningún rasguño, y a él le quedaron dos muñones amorfos y desiguales. Desde que le dieron el alta a mi padre en el hospital, mi madre duerme en otro cuarto—dice que es para que descanse mejor—. Excusas baratas. A madre, mi padre le da asco. No me lo ha dicho—no hace falta—, cada día tiene que bañarlo, y en una de mis escasas visitas, pude ver el reflejo de la cara de mi madre en el espejo del cuarto del baño. Aquella luz amarillenta y parpadeante era testigo de que las acciones—lavar sus muñones ulcerosos— a mi madre le repugnaba. Esa mañana, me encontraba casualmente en el quicio de la puerta de madera vieja y carcomida

El coche negro

  Unas nubes negras cubrieron el cielo. Recogimos los restos del almuerzo, a la vez que las primeras gotas de lluvia comenzaron a mojar nuestras cabezas. Te fuiste corriendo detrás de una liebre. Te llamé, a la vez que me colocaba la mochila y preparaba las bicicletas para marcharnos a casa. Volví a llamarte—esta vez grité tu nombre con todas mis fuerzas—. Salí corriendo al camino, para ver si te veía. Un coche negro pasó por mi lado y te vi dentro de él; me decías adiós. Un rayo iluminó el cielo y la tormenta ahogó mi grito a la vez que veía como desaparecía el coche negro por el camino. Fin Esme

El examen

Con los ojos aun legañosos cogí mi móvil de la mesilla; un mail a las tres de la mañana me despertó de un sopor impostado por unos somníferos que cada noche le robaba a mi madre que escondía entre sus bragas. Encendí la lámpara, que junto a la luz amarilla de mi teléfono me cegó la visión casi al completo. El mail decía así: Sr. Diego. Le convocamos el día veintitrés de junio del año dos mil veintiuno a que se persone en el conservatorio de la ciudad de Zaragoza, para la prueba de acceso al colegio de música de la ciudad del mundo que usted elija. Debe de acudir puntual a las cuatro y media p.m. Si usted aprueba el examen, obtendrá una beca ilimitada donde desee. Sabrá la canción que deberá interpretar cinco minutos antes de la prueba. Queremos hacerle saber que ha sido uno de los pocos elegidos para esta aventura y, estamos seguros de que sabrá aprovechar esta gran oportunidad. Tan solo hay un requisito que debe de conocer: por cada fallo que tenga usted al piano una persona morirá

Gire a la derecha—camino Montflorite—.

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  Este microrrelato ha sido elegido para formar parte de la antología "Pluma, tinta y papel" Gire a la derecha—camino Montflorite—. Solo tenía que seguir al Ibiza. Pero en un descuido, en lugar de girar a la izquierda, me adentré por el carril derecho. Mis acompañantes chillaron y los pasajeros del Ibiza, desaparecieron.  Montflorite— era nuestro destino—, un conde regentaba un chalé y nos esperaba con unos vermú.  Los que se desviaron por el carril izquierdo, siguieron sus vidas. Nosotros, nos quedamos ahí con el conde. No había marcha atrás.

Miranda

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  Llamó por teléfono una mañana de invierno. Era lunes y hacía frío. La nueva estación se mostraba en todo su esplendor, y el aire golpeaba una de las ventanas—en casa del herrero...—, ni siquiera me dio tiempo a acabar de decir el dichoso refrán. El teléfono sonó con insistencia; un tono, dos tonos...al quinto dejé mi café—ya frío—, encima de la mesa, junto a unos albaranes polvorientos. Era una mujer, la que se encontraba a la otra línea del teléfono—una quiebra, justo al lado de una sus ventanas—, eso fue lo que me explicó. Según me dijo, por ahí se colaba absolutamente todo: viento, lluvia, frío, calor, penas, sufrimiento, angustia y venganza. Su voz me pareció cálida, igual que cuando dejas reposar un bizcocho recién horneado sobre la encimera de la cocina, y el olor a azúcar que desprende lo va impregnando todo. Solo cambio su tono de voz, en el momento en que me dijo que ella no se encontraría en su domicilio, que sería el portero, quien le mostraría la quiebra y, que cada vez

El fin del mundo en un avión—2º parte—.

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  David, abrió los ojos como platos, cuando a través del cristal del avión en el que volaba, pudo observar una maraña de estrellas enredadas todas entre si. La lluvia amarilla, hacía tiempo que había comenzado a alejarse en forma de tornado, y ahora en cambio, ya no existía cielo—había sido engullido por completo—; las estrellas se cruzaban entre ellas, quedando apelotonadas, y eran tantas, que se mezclaban, haciendo que al final aquello pareciera una masa gorda y blanda en medio de la nada—esto será a lo que se refieren con el fin del mundo—,fue lo que David pensó para sus propios adentros. Pero a diferencia de David, ninguno de aquellos peculiares pasajeros que volaban con él, se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo ahí fuera Los singulares viajeros que viajaban con David alejándose de el fin del mundo , no eran los mismos que horas antes habían sido conducidos a aquel avión de forma imprevista. Solo habían pasado unas horas, desde que David subió a aquel cacharro destartalad

El final de la historia

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  Lo que está escrito es lo que importa. Lo demás no existe. Durante todo el tiempo que estuve encerrada, las imágenes de mi vida iban y venían como si de una ráfaga de diapositivas se tratara. A veces me veía a mi misma en ellas. Otras en cambio no me reconocía y todo ello iba encadenado a una continua repetición de noticias; fotocopias unas de las otras, tanto, que había momentos donde la realidad se mezclaba con los sueños y estos se enredaban con una ficción inventada en mi cabeza, donde todo lo ocurrido solo estaba en mi mente; mi pasado mi presente y mi futuro. Aunque esto era cosa mía, porque cuando aquel cinco de julio del dos mil veinticuatro, a las ocho de la mañana se sintonizó puntualmente el televisor, lo vi escrito en un cartel informativo que figuraba detrás del presidente; el Estado de Sitio se levanta a partir de hoy a las doce del mediodía . Ese día era viernes, y a pesar de que durante el último Estado todos los televisores del país se programaban ellos solos tre

Recomendación literaria

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  Hoy quiero recomendaros un libro, que bien podría catalogarse de ficción y ensayo. La novela de la que quiero hablaros lleva como título: Las madres no. De la escritora Katisa Aguirre. Escribir sobre maternidades ha dejado de ser raro. Pero cuanto más me adentraba en la oscura lectura, más cruda me parecía. Este libro tiene dos protagonistas, las dos son mujeres, y las dos son madres. La historia en cuestión tiene a una de las madres y lo que hace es asesinar a sus dos bebés; esta mujer está casada, tiene una buena vida y los hijos eran buscados. Tanto, que nacen gracias a una reproducción asistida. Por otro lado, tenemos a la otra futura madre que en esos momentos está embarazada y es escritora. La futura madre da a luz y de la manera más casual lee en un periódico el infanticidio de  unos  gemelos asesinados por su propia madre, lo más perturbador de todo, es que la protagonista que acaba de dar a luz la conoce, y empieza a  sentir tal obsesión por la historia que se inmiscuye de l