Compañeros de trabajo...



He llegado del trabajo cansada de todo; casi diez horas de pie y sin apenas moverme, observando como unas patatas pasan por una canaleta de plástico una tras otra.

Mi trabajo consiste en echar a un saco, las patatas podridas; el olor que se forma en la minúscula nave es nauseabundo. Hoy me toca sacarlo a mi fuera de ahí; un saco que lo mismo es más grande que yo. Como no puedo echármelo a la espalda lo arrastro con las dos manos los metros necesarios hasta llegar a la zona de los escombros. Hace tanto frío, que llevo las manos cuarteadas y el pelo me cae por la frente dejando que unas pequeñas gotas de rocío resbalen por mi nariz; me hacen cosquillas, pero no puedo soltar el puto saco.

Lo único que me reconforta es que en cuanto suelte el bolsón mugriento me fumaré un cigarro. Me da lo mismo el frío, el viento y el olor. Me refugiaré entre los sacos y desde luego no pienso desperdiciar ni una calada.

—¿Quieres fuego?

Me sobresalto, la verdad. No esperaba a nadie en mi escondrijo.

—¿Qué quieres?—digo.

—Ya sabes lo que quiero.

Me da asco, no lo soporto, tampoco es mal tío, pero es un pesado que trabaja conmigo, que va de gracioso y de guapo.

—¿Aún no te has dado cuenta de que soy lesbiana?

—Pero quien está hablando de follar...como eres.

No soporto sus dobles sentidos ni sus chorradas. Solo me quiero fumar el cigarro en paz, acabar mi turno e irme a mi puta casa.

Él sigue a mi lado y mira como cojo de uno de mis bolsillos el mechero. Él no fuma, pero siempre lleva encendedores consigo. Me jode tenerlo a mi lado mientras me fumo mi ansiado pitillo. Me duele la cabeza, las manos y la espalda. Aspiro más fuerte aún y deseo que cuando abra los ojos él no esté, pero está.

El cigarro me ha sabido a poco y sin mediar palaba con él, me encamino de nuevo a la nave. No he dado ni siquiera tres pasos cuando me coge de la cintura, me da tanta repulsión que me toque, que me he revuelto, con tan mala suerte para él, que se ha caído al lado de uno de los pozos que se encuentra al ras del suelo.

—Vaya humos nos gastamos, anda ayúdame

Se puede levantar perfectamente él solo y no me muevo. No me agrada que siempre me busque, me roce... No lo aguanto. Me agacho a su altura y las rodillas me crujen. A pesar de que casi es de noche veo sus dientes blancos perfectamente delineados. Abro la tapa del pozo y lo empujo con todas mis fuerzas. Él me agarra una de mis manos cuarteadas. Mi dientes no son como los suyos; blancos y perfectos. Los míos están amarillos y torcidos pero lo mejor de ellos es que muerden y hacen daño.

Se cae al fondo del pozo y escucho de su boca la palabra loca, me pregunto si lo de loca va por mi. Me da tanta manía oírle que cojo la tapa y la echo encima del agujero. Ya no lo escucho y que bien me siento.

Fin

También lo puedes escuchar en SPOTIFY. 

ESMERALDA EGEA. 



Comentarios

  1. Qué tío más ignorante. Mira que no saber lo que es el lesbianismo.

    ResponderEliminar
  2. Que poco se quire la chica, no le gustan sus dientes no le gusta su trabajo y tampoco su casa..

    En fin..

    .

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

RELATO

Amantes.

El último habitante