Relato
El fin
del mundo en un avión
La
presentadora de un canal noticias, irrumpe a media noche en mitad de una película que Sofía mira con el cuerpo en tensión; —el fin
del mundo se acerca—...dicen a modo de titular unos labios
inyectados en silicona. Sofía en esos momentos no sabe si la mujer
que ha hecho su aparición forma parte del filme o no. Enseguida se
da cuenta que la petarda acaba de joderle la película.
La
mujer que se encuentra metida dentro de la caja tonta, hace un
pronóstico de la noticia con una voz plana y aflautada, como si en lugar
de hablar por ella misma, fuera una muñeca, donde una mano y una voz
le dicen lo que tiene que decir y lo que no. La muñeca de trapo, de labios de silicona que da el aviso, no enfatiza en ningún momento
nada de lo que dice; ni siquiera cuando insiste en la frase— el
fin del mundo se acerca—... Las
noticias ya, dejaron de tener importancia.
Sofía
coge el mando de la tele y sube el volumen; ...el Estado
cederá a cada familia, un avión
donde serán trasladados al único sitio seguro que hay en
estos momentos en toda la faz de la Tierra...
Sofía, mira la hora; el reloj marca las doce y media de la noche. Su novio
duerme en el sofá y no se ha enterado de que ella se ha levantado
con paso cansino a encender la luz azul de la mesilla y así, asomarse a
mirar por la ventana. Un camión del ejército acaba de pasar. Para
ella, ha sido algo parecido como ver un filme a cámara rápida, sin la opción de poder distinguir que es lo que ha visto y lo que no. Ella, ve como el camión verde va desapareciendo al otro
lado de la avenida, haciéndose diminuto al girar la rotonda. Se
frota los ojos e intenta visualizar a lo lejos aquel camión, ahora
le da por pensar que a lo mejor han sido imaginaciones suyas. Vuelve
al sofá y se recuesta junto a él. Es sábado y la película ha
desaparecido. En cualquier canal, la noticia es la misma— el mundo
se acaba—... Mira el cenicero; el cigarro está por la mitad, lo
coge y lo enciende; aspira con tantas ganas que un ataque de tos hace
despertar a Fran.
Han
pasado tres horas desde que Sofía vio el primer camión del
ejército. Ahora son los dos, los que asomados por la ventana los
ven pasar continuamente; camionetas verdes; llenas de militares y con
emblemas que ni Fran ni Sofía son capaces de descifrar; bien por la
oscuridad de la calle o porque en realidad los camiones que piensan
que son del ejército, son tan solo camiones de la basura.
A
las cinco de la mañana, Sofía recibe una notificación directa a su
móvil: Su salida está preparada para el lunes veinte de agosto
de...En caso de no acudir, el Estado no responderá por su
vida...ni por la de su familia.
A
las cinco y cinco horas de la mañana es a Fran a quien le llega
exactamente el mismo aviso.
El
calendario que cuelga junto a la nevera anuncia que mañana es veinte
de agosto. Fran ha tenido que parpadear varias veces ya que le ha
parecido que la fecha se iluminaba como queriéndole decir algo.
Sofía
acude a la cocina y saca de la nevera una botella de vino verdejo.
Está helada. Es entonces, cuando recuerda que fue su hermana, la que
llevó esa botella a su casa tan solo una semana antes... Sirvió el
vino y brindaron. Acabaron la botella y se fumaron un cigarro y ya
con la primera calada y la nicotina inundando sus pulmones, empezaron
a pensar en la situación. El reloj marcaba las seis de la mañana.
—¿Este
avión será lo suficientemente grande para trece personas? —preguntó
Fran.
—Haz
la cuenta, no son trece son dieciséis—respondió ella.
—...
-—...
—En
el mail, lo dice claramente— para sobrevivir al fin del mundo debe
de proteger a toda su familia. En caso de que los cónyuges estén
separados y tengan otra pareja y/ o hijos con otras personas, les
insistimos que deben de ir todos en el mismo avión para evitar
romper el núcleo familiar y seguir todos a salvo—...
—Espero
que por lo menos nos lleven en un Boeing B747. —respondió Sofía.
Ninguno
de los dos dijo nada. No hizo falta. Cada cual pensó que el
permanecer encerrados dentro de un avión durante horas sería un suplicio, solo el pensar el estar con sus ex, las parejas de sus ex y los hijos de todos
ellos les estaba empezando a resultar sobrecogedor y terrible.
La
lista de pasajeros estaba junto a la puerta de embarque que los
llevaría a su propia salvación. Cada uno llevaba su propia
identificación colgada de la chaqueta y el parentesco que los unía
entre si. Sofía agarró de la mano a Fran y pegó un grito cuando
vio el avión en el que iban a viajar. Era algo similar a una
avioneta.
Una lluvia fina, de color dorada empezó a caer sobre sus
cabezas.
—¡Dense
prisa¡ —gritó una voz anónima.
—El
fin del mundo se acerca. —insistió la misma voz.
Sofía
y Fran corrieron hacia el avión.
—El
resto de pasajeros se encuentra ya dentro —les dijo una señora, que a
Sofía le pareció creer que era la misma que la del canal noticias.
La
puerta del avión se cerró tras ellos en cuanto Sofía y Fran
pisaron el suelo del avión. Fue en esos momentos, cuando veintidós
ojos se posaron a mirar a los pasajeros que faltaban; algunas de aquellas
pupilas eran algo parecido a unas agujas afiladas que los
traspasaron como si de rayos x se trataran.
El
aire que se respiraba se tornaba viciado. Oscuro. Fran echó un ojo
a los pasajeros. Estaban todos. Ninguno había tenido la intención
de quedarse en tierra—una pena, eso es lo que pensó—. Sofía besó a sus hijos; David y Violeta que
habían llegado con su padre; Edmundo. El padre se encontraba en
medio de los dos niños y mientras David y Violeta besaban a su
madre, Edmundo miraba de soslayo a Olvido que a la vez ella le miraba
el escote a Sofía muerta de la envidia. Olvido ni siquiera saludó a
Fran— su ex—, pero aprovechó para pintarse los labios mientras
Edmundo la desnudaba con la mirada. Al lado de Olvido estaba Tobías;
su marido, se encontraba dormido por el tranquilizante que su mujer
le había ofrecido antes de subir al avión. Hubiera sido
insoportable para Olvido viajar junto a un hipocondríaco durante
horas. Detrás de ellos se encontraban: Marta y Lucas— la hija de
Fran y Olvido, y el hijo de Olvido y Tobías—; los dos totalmente
absortos al panorama que tenían delante de sus narices. Entonces el
grito de un niño hizo que Fran se sobresaltara; ahí estaba Enrick —su otro hijo, junto a su otra ex mujer, de nombre Sara—, y en los
asientos laterales estaban Luis la pareja de Sara y Javi que era el hijo de
Luis y Mamen— la ex mujer de Luis— que estaba en un rincón con una
copa en la mano.
Fer
ya no recuerda si a la entrada del avión eran veintidós o
veinticuatro ojos los que se posaron frente a ellos. El avión había
despegado, y la azafata que al final resultó ser la presentadora del
canal noticias llevó a Sofía y a Fran a los dos últimos sitios
libres, y que casualmente estaban el uno junto el otro. Una voz
irrumpió el leve murmullo— Nos adentramos en zona de
turbulencias; no aseguramos que lleguemos al destino previsto ya que
la lluvia dorada sigue el mismo camino que nosotros...disculpen los
daños que hayamos podido causarles—...
—Te
quiero— le dijo Fran a Sofía
—Te
quiero —respondió ella.
Mientras
tanto, Edmundo seguía mirándole las piernas a Olvido ajeno a todo.
Solo
David al que empezaban a pesarle los párpados, se dio cuenta de que aquella
lluvia amarilla, comenzaba a cambiar de rumbo hasta hacerla desaparecer al completo.
Vaya follón de avión y pasajeros. Mejor que se duerman todos.
ResponderEliminarPor eso yo soy más de viajar en helicóptero.
ResponderEliminarMuy bueno!!!! Esa Sofía y ese Fran molan🤣
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