El viaje

 

Se levantó de la cama antes de que amaneciera. Llevaba ya, mucho tiempo sin poder descansar por las noches a pesar de tomar unos ansiolíticos que mensualmente le recetaba su médico de cabecera sin ni siquiera intuir este, que algo más de lo que ella le explicaba de forma parca ocurría dentro de su cabeza.

Preparó café, largo y con leche fría. Encendió un cigarro y puso la tele. Cuando terminó, lavó la taza, la enjuagó y la dejó abandonada con le resto de vajilla que apenas usaba.

Se desnudó en el baño y colgó su pijama al lado de una toalla que en sus mejores momentos había sido del color verde esperanza.

Cogió una cuchilla limpia y se rasuró bien las piernas, se repasó las axilas y cuando hubo terminado con todo se metió en la ducha. Aquella mañana se dio el capricho de bañarse durante más de dos minutos. Se lavó el pelo y se puso una mascarilla que olía a algo más de lo que anunciaba la etiqueta. Aquella mañana se echó el perfume que tan solo usaba para las ocasiones especiales, como le gustaba decir.

Caminó desnuda hacia el salón. El olor del gel, el perfume y la mascarilla de pelo se mezclaron con el humo que aún pululaba del cigarro todavía a medio apagar.

Junto a la ropa que había dejado preparada encima de la cómoda, estaba su único pintauñas. Cogió un disco de algodón, unas tijeras y se hizo la manicura y pedicura mientras el presentador del telediario hablaba de una posible recesión junto a la subida del pan, leche y tomates. Apagó el televisor cuando tan solo le quedaba por maquillar las uñas de su pie izquierdo.

Abrió la ventana de su habitación. Fuera llovía. No le importó cuando la lluvia mojó el suelo formando un charco y una araña se movía de un lado para otro intentando salir del agua estancada.

Para ese día había elegido vestirse con algo un poco más bonito, o quizás más elegante, o a lo mejor no era ni una cosa ni la otra, si no tan solo unas prendas gastadas por el uso del tiempo, que al igual que su  perfume tan solo usaba para momentos especiales.

Antes de salir de casa se sentó en el sofá, respiró profundamente y una lágrima resbaló desembocando en su boca pastosa. La habitación estaba oscura. Seguía siendo muy temprano y fuera continuaba lloviendo.

Aquella mañana cuando salió de casa no cerró la puerta con llave. No lo vio necesario. Eso sí, mientras iba subida en el ascensor se miró en el espejo y una media sonrisa asomó de sus labios. Por primera vez en su vida se vio casi perfecta e imaginó que cuando la encontraran después de haber sufrido el accidente con el coche todo aquello habría valido la pena.

Esme.

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