RELATO
"Qué
pena que olvidé que podía perderte.
Si
hubiera sido consciente, te habría querido no más,
pero
mejor.
Te
habría dicho muchas más veces que te amaba.
Habría
discutido menos por tonterías,
me
habría reído más...."
La ridícula
idea de no volver a verte
(Rosa
Montero)
LÁGRIMAS SALADAS
Unas lágrimas
disimuladas, surgían tímidamente de sus ojos.
Se habían dicho
cosas hirientes, palabras que nunca imaginarían que escupirían así.
Le dijo que se fuera
y él la miró, respondiendole con una mirada que ella no supo
interpretar.
Cogió su abrigo
mientras masticaba unas palabras, que ella no llegó a comprender,
pero se sentía sin fuerza, para recriminarle algo que ni siquiera
había querido entender.
El portazo que hizo
al salir, lo sintió como un puñal, y una pesadumbre, la inundó por
completo.
Pilar se quedó
mirando con ojos asustados, las lágrimas que empezaban a barrer el
maquillaje de su madre.
La cogió en brazos,
la sentó en la trona, pero su pulso no le permitió ni siquiera
ofrecerle una cucharada de comida a su hija.
Las lágrimas
empezaron ya a brotar de una manera desconsolada, se levantó y se
miró en el espejo, ahí vio cuando él le dijo que tenía los ojos
más bonitos del mundo.
"esos ojos
azules, son casi transparentes, me tienen hipnotizado..."
Corrió hacia la
ventana, y la abrió de par en par.
Una lluvia entró
feroz, no le importó que el suelo quedara inundado por un charco
cubierto de agua, mezclada con las lluvias del otoño.
Al fondo, la
Ciudadela apenas distinguía la fortaleza que era a causa del viento,
lluvia y niebla, ella se mantenía intacta desde el siglo XIX, a
diferencia de sí misma, que se sentía tan frágil, que pensaba que
no podría sentir más desasosiego.
Vio su figura
cabizbaja a través de la niebla.
Quiso llamarle, para
que al menos subiera a por un paraguas..., un ruido de Pilar hizo que
en esos momentos corriera hacia ella, dejando que la lluvia siguiera
entrando por la ventana.
En esos instantes,
él se dio la vuelta, miró hacia la ventana mientras sus lágrimas
saladas, rodaban entremezcladas con las gotas de la lluvia por todo
su rostro.
Ella nunca supo que
él se giró.
Él no lo vio
venir...el rugido de la tormenta cubrió por completo el ruido del
motor.
Él conductor del
coche conducía despacio, pero la lluvia era tan inmensa, que solo
cuando sintió el impacto del hombre contra el cristal supo que lo
había atropellado.
Uff ...vivamos el momento como si cada segundo fuera el último.
ResponderEliminarQué triste
ResponderEliminarTremendo relato Esme!!
ResponderEliminar