RELATO


CERRADO POR VACACIONES.

Después de un indiscreto cuestionario, la enfermera de falsa sonrisa, me acompaña a una sala fría y oscura.
Me sorprende su vestimenta, su bata, sus medias, parece que haya vuelto del siglo pasado, me recuerda a una enfermera sacada de las trincheras.
De entre las sombras, aparece un señor con bata color blanco aséptico, que lo primero que quiere saber de mi, es si tengo claustrofobia a los sitios cerrados.
El señor de bata blanca, al igual que la enfermera de falsa sonrisa, también me impresiona, es su peinado, su atuendo, pero sobre todo es la forma que tiene al dirigirse a mi, tan cordial y la vez, frío como el hielo.
Me pide amablemente que me suba a una máquina, y me tumbe.
Cuando me encuentro en posición horizontal, cuatro manos me agarran de los tobillos para atarme, a continuación me llenan de esponjas, que se adhieren a todos los rincones de mi cuerpo, dejándome completamente inmovilizada.
El señor de bata blanca me mira, me pregunta si estoy cómoda, le respondo que solo me falta la mordaza, realmente esto no se lo digo, sólo lo pienso, se que el señor de  bata blanca ha pensado  lo mismo que yo.
En el último momento, el señor de  bata blanca, me advierte que dentro del túnel escucharé un  ruido ensordecedor, pero que no me preocupe.
La enfermera de falsa sonrisa, como si de un concurso de la tele se tratara, saca de su manga unos cascos de obra que me coloca en las orejas, dejando mi peinado a la altura del betún.
Así, completamente inmovilizada, en posición horizontal, y con unos cascotes en mis oídos, noto que mi cuerpo empieza a moverse, creo que el señor de bata blanca, y la enfermera de falsa sonrisa, se alegran de que me vaya, me están diciendo adiós, me ha parecido oír que decían buen viaje, aunque claro, con este aparato reduciendo mis niveles auditivos, cualquiera sabe.
Lo que no se  me ha pasado por alto, ha sido el roce intencionado, de una de las manos del señor de bata blanca, sobre uno de los pechos de la enfermera de falsa sonrisa, aun no he terminado de ser transportada a través del túnel, cuando ambas figuras se funden en una sola.
Dentro de aquella máquina, con un ruido atronador, intentando escuchar una canción que no había oído en mi vida, pienso en lo que acabo de presenciar, cuando un bommmmmm retumba haciendo que la máquina en la que me encuentro maniatada, se sume en un absoluto silencio.
Intento mantener la compostura, dentro de la situación en la que me encuentro.
Desde mi percepción, intuyo que se ha ido la luz, claro que para los dos que están ahí fuera, eso seguro les anima todavía más a continuar con lo que están haciendo.
Grito, pero nadie parece escucharme, una gota de sudor resbala por mi cuello haciéndome cosquillas, intento moverme para acabar con esa sensación incómoda, pero es imposible.
El ruido vuelve a mis oídos al igual que la música, respiro hondo,  solo quiero salir de ahí, mis constantes se han estabilizado, el túnel donde me encuentro se mueve y se abre, pero no hay nadie esperándome, la sala está en penumbra,  no hay rastro del señor de la bata blanca, ni de la enfermera de falsa sonrisa. Sigo atada, y las esponjas que me han puesto en todos los rincones de mi cuerpo, empiezan a picarme.
Ahora grito con más fuerza, la puerta se abre, un joven con bata verde botella, aparece y me pregunta que estoy haciendo ahí dentro metida, intento explicarle, pero no me cree, todo me parece absurdo, pregunto por el señor de bata blanca, y la enfermera de falsa sonrisa, me dice que no sabe de que le hablo, que esa sala en la que estoy, lleva cerrada un siglo, que la máquina donde me encuentro todavía atada ni siquiera funciona, y que el hospital está cerrado por vacaciones, a causa del derrumbe por las bombas, que él, solo está supervisando.
Le explico que no, que esto me parece surrealista, le hablo del cuestionario, de la enfermera, del señor de bata blanca, de como me decían adiós cuando me introducía a través del túnel, de la citación del médico para que me presentara a la prueba, y que llevo en el bolso, pero que no me deja ni siquiera mostrársela, porque en esos momentos el joven de bata verde, llama a seguridad.
Aparecen un hombre y una mujer que me inyectan algo para que me tranquilice, me vuelven a pinchar cuando le grito al joven de bata verde, que esas dos personas son las que me han metido dentro del túnel, que esa es la enfermera de falsa sonrisa, y él, el señor de bata blanca.
El joven de bata verde me mesa el pelo como a una niña pequeña, y me dice tranquila, todo irá bien.
Entonces despierto, el túnel se abre, el señor de bata blanca, junto a la enfermera de falsa sonrisa, me esperan y me preguntan, si he estado a gusto, que los resultados los tendré en tres semanas.
Me visto todo lo rápido que puedo, y me despido de igual manera, la pesadilla me ha dejado un mal sabor de boca y salgo de ahí con los zapatos en la mano.
Oigo una voz que suena a hueca, haciendo palpitar las paredes, que proviene de uno de los pasillos del hospital que me dice:
-Adiós Miranda.
Vuelvo la cabeza, el joven de bata verde botella, con el que he soñado hace unos minutos, me saluda con la mano, solo quiero salir de ahí, corro hasta la salida y me paro en seco despavorida, cuando veo un cartel que pone: CERRADO POR VACACIONES , junto a otro que indica HOSPITAL PSIQUIÁTRICO


Hasta la vuelta


Comentarios

  1. Uff...los pelos de punta...A disfrutar de las vacas...pero te echaré de menos.besos.

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  2. Tampoco te cierres en banda a escribir alguno suelto, jijijiji, que nosotros podemos seguir leyendo. ;)

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