RELATO


RECUERDOS DEL PASADO

Con la mano temblona, abrió la puerta de un armario macizo, que sería suyo hasta el día de hoy.
Su hijo pasaría a recogerlo en menos de dos horas, llevaba desde el punto de la mañana preparado para marchar, iba pulcramente vestido con su mejor traje, que con total seguridad, ese sería el último día que lo llevaría puesto, se estaba despidiendo de su hogar, y que menos que ponerse de gala, la ocasión lo merecía.
El abrigo, estaba dispuesto en el perchero de la entrada, junto a una pequeña maleta apoyada en la pared estucada. Tienes que llevar lo imprescindible le habían advertido sus hijos, ¿y qué es lo imprescindible?
A sus años, ya nada lo era, aunque en el último momento, se acordó de una pequeña manta de terciopelo, que había sido de su mujer, hasta el mismo día de su muerte, a lo mejor al sitio al que iba le sería de gran utilidad.
Solo había estado una vez, en el que desde el día de hoy sería su nueva casa, le enseñaron la que sería su habitación, no era muy amplia, y además debía de compartirla con alguien que ni siquiera conocía todavía, la recuerda oscura y con olor a pis, en esos momentos tragó saliva, pero no hizo ningún comentario, tampoco lo hizo Mario, su hijo mayor, pero cuando la enfermera cerró la puerta detrás de ellos, vio como del bolsillo de su bata blanca, sacó un spray, y con cierto disimulo lo roció, haciendo que el olor a orín, quedara envuelto por una fragancia química.
Nadie le preguntó, un día sus hijos aparecieron sin avisar por su casa, y sin demasiados rodeos, sacaron de una fina carpeta, varias hojas de papel couché brillante, que olía a revista del corazón, lástima que a la hora de la verdad, el sitio al que le habían asignado, no tuviera nada que ver con las casas que aparecían en la revista hola.
Le impusieron de una manera amable, que dada su situación, y que mamá ya no estaba, lo más acertado sería que se fuera a vivir a un hotel, debió de poner cara de circunstancia, porque enseguida uno de sus hijos, el único que todavía no había abierto la boca, rectificó y dijo residencia.
La luz que entraba a través de la ventana, era suficiente, para ver que debajo de la manta, asomaba una vieja caja de latón, con la mano temblorosa la acarició, y la apartó con suavidad, aún olía a su mujer, cogió la caja y la colocó con sumo cuidado encima de la cama, el sonido chirriante que hizo al abrirse, le hizo rememorar recuerdos que creía olvidados,sacó un viejo papel, parecía un pergamino, estaba fechado en mil novecientos veintiocho, era una factura de la vieja fábrica de galletas de su barrio, el mismo  en el que vivía actualmente, pero tan diferente en aquellos entonces.
La factura estaba firmada por él mismo, entonces él era alguien, la fábrica estaba en pleno auge, era joven, y se sentía con fuerzas para todo, ahora se sentía un estorbo, la fábrica no existía, y su casa dejaría de serlo en un rato,su mujer había muerto, y sus hijos...esos hijos que lo sacaban de su hogar, tan solo quedaba de todo aquello, el recuerdo en su cabeza, eso era lo único, por que todo lo demás se había esfumado.
El sonido del timbre lo despertó de sus ensoñaciones, cogió la vieja factura doblándola con cuidado, y la metió doblada en cuatro en uno de sus bolsillos, la manta la dispuso en una bolsa, en la entrada junto a la puerta, se puso el abrigo, y con la otra agarró la maleta con lo imprescindible.
Miró por última vez, cogió una vieja foto que se encontraba adornando una pared, una foto con su mujer, cuando aun era alguien, la cogió y guardó junto a la manta de terciopelo, una lágrima resbaló por su rostro arrugado, haciendo que una gota quedara estancada en un surco de piel, abrió la puerta, y salió de su casa para siempre.


Comentarios

  1. Que triste ...si el hombre está bien....que hacen los hijos decidiendo por el?....uff

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