Relato
LA
VIUDA NEGRA
A
las doce en punto, el ruido cotidiano se convirtió en silencio, las campanas
tocaban el sonido de los muertos, todos esperaban a la viuda, todo el pueblo
estaba ahí a sus pies, todos lloraban al
fallecido, y todos querían darle el pésame a ella.
El
día salió gris y húmedo, se colocó encima de los hombros, una mantilla negra,
regalo de su abuela, la única que hubiera hecho algo, pero ya no estaba, por
eso, en su honor se puso su chal, y al rozarle los hombros sintió un
escalofrío.
Antes
de salir por la puerta, se miró al espejo, ahí estaba de riguroso negro de los
pies a la cabeza como tocaba ser, oía los murmullos de sus vecinos , sabía que
en cuanto la vieran salir de su casa, el silencio sería absoluto, respiró
hondo, se miró a los ojos a través del espejo, y salió por la puerta.
Hizo
el camino hasta la iglesia, del brazo de
su padre, sentía las miradas de todas las personas, todo el pueblo estaba ahí,
a su paso la paraban, y le rozaban la mejilla con un beso, acompañándola en el
sentimiento, ella asentía sin juicio, solo quería que todo pasara, y volver a
casa.
A
la salida de la misa del difunto, cuando todo había acabado, y ya en solitario,
abrió la puerta de su casa, se despojó de toda la ropa que llevaba, y
completamente desnuda, se miró en el
espejo, y así estuvo durante horas.
Una
semana antes
Faltaba
un buen rato para que su marido llegara del trabajo, ese día se afanó en
prepararle su cena preferida, carne con patatas al horno, condimentada con la
letal dosis justa de matarratas, y espolvoreada de cristales rallados.
Se
excusó cuando no quiso probar bocado, diciendo que se encontraba indispuesta,
pero lo acompañó durante toda la velada, miraba cada bocado que daba su marido,
y le costaba reprimir una sonrisa cada vez que lo veía masticar, esa noche
quiso ser una esposa servicial, y le sirvió un segundo plato regado de un buen
vaso de vino.
Dijo
que se encontraba mal y se echó a la cama, ella se quedó esperando detrás de la
puerta con la oreja bien pegada, enseguida oyó que la llamaba, abrió la
cancela, y se lo encontró vomitando encima de la alfombra, no tardó mucho en
empezar a convulsionar, le pidió que llamara al médico, y ella en respuesta se
quitó la ropa, y como si de un baile sensual se tratara, comenzó a quitarse
todas las prendas, primero la blusa, a continuación la falda, las medias, hasta
que se quedo completamente sin nada, su marido la miraba aterrado, mientras se
agitaba inconscientemente, y la espuma se le desbordaba por la boca.
El
médico, a tres días de jubilarse, redactó en el certificado de defunción algo parecido a una alergia alimentaria junto a parada respiratoria, que a
ella le pareció un regalo caído del cielo.
Epílogo
Lleva
horas delante del espejo, completamente desnuda, el frío que hace en la
estancia no lo siente, mira cada parte de su cuerpo como si lo hiciera por
primera vez, su cara no va en concordancia con el resto de su figura, su rostro
limpio, sin ningún ápice de maltrato, el resto del torso se torna de un color
violáceo, los hematomas llevan ahí días, pero ya no duelen, esos dejaron
de hacer daño hace tiempo, ahora tiene
que pensar en su otro tormento, en el que él le dejó en su cabeza.
Hera una víctima de maltrato
ResponderEliminarSupo hecer bien la jugada
ResponderEliminarTenía que haber sufrido un poco más ...lentamente
ResponderEliminarAsí deberían terminar aquellos que creen que alguien es de su propiedad y pueden maltratar sin consecuencias.
ResponderEliminarUff...sin palabras
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