Relato
QUIZÁS, UNA
PARTIDA DE CARTAS.
La
negrura que sentía en su interior, era tan inmensa, que no le hacía ver las
cosas buenas que la rodeaban.
Su
propósito en la vida era ser madre, pero aún no lo había conseguido, según los
doctores, ni ella ni su marido tenían ningún tipo de problema, según ella, el
problema era de su esposo, que era muy poca cosa, tan enclenque y menudo,
aunque claro, eso ella ya lo debería haber supuesto cuando se casaron, ahora ya
era tarde, en su cabeza no cabía el divorcio, Dios no la perdonaría jamás.
Se
despidió de su marido aquella noche, diciéndole que había una misa del gallo
especial, su esposo hacía tiempo que no pisaba ninguna, con lo cuál estaba
tranquila con respecto a ser descubierta.
Ni
siquiera cogió el autobús para llegar a su destino, fue andando tranquilamente,
mientras hablaba con Dios, y le agradecía la fantástica idea que le había dado.
Se
asomó disimuladamente por la puerta principal del pasillo, y sonrió al ver que
el personal era menor que la mañana anterior, se cruzó con varias parturientas,
con la cara contraída, acompañadas en la mayoría de los casos con maridos
asustados, se fijó en uno de ellos, seguro que si a ese, le dieran la
oportunidad de salir corriendo, no dudaría ni por un instante.
Cogió
a uno de los bebes que estaban en la sala de neonatos, la silla donde
supuestamente debería haber estado la enfermera estaba vacía, dio por hecho,
que se encontraría en la máquina de los cafés con sus compañeras, seguro que
hablando de hombres y estupideces, no quiso perder más el tiempo confabulando, y
salió por la puerta disparada.
Cerró
la puerta del baño, que se encontraba en el mismo pasillo donde había cogido al
recién nacido, lo colocó encima de la taza del water, lo desnudó rápidamente,
cogió la ropita del bebé y con ella hizo una pequeña bola que metió en el
contenedor de las compresas, sacó de su mochila un pequeño traje, y se lo colocó sin perder ni un
segundo, aún no sabía si era niño o niña, eso ahora daba lo mismo, ya lo
descubriría en casa cuando le diera la sorpresa a su marido.
Salió
del pasillo a paso ligero, y cuando llegó a las escaleras de emergencias,
aceleró el paso sin mirar a nadie a la cara con los que se cruzó.
Corrió
por la calle sin mirar atrás ni sólo momento, cuando ya no pudo más, paró,se
apoyó en un árbol a coger aire, y dejó la mochila apoyada a sus pies, entonces
vio a una sombra correr, esa sombra se había llevado su mochila, se quedó
petrificada, estuvo largo rato ahí quieta sin pensar en nada, hasta que decidió
volver a casa, por el camino se dijo a sí misma que esa noche tendría que
cambiar de excusa cuando volviera a salir, quizás, una partida de cartas, sí,
sí, una partida de cartas sería el pretexto perfecto, pero primero debía de ir a
la tienda, necesitaba otra mochila.
Epílogo
Mientras
tanto en el hospital el alboroto era considerable, pero no por haber
descubierto la cuna vacía, si no porque en esos momentos se estaba realizando
el cambio de turno.
Pobre pequeño. Vaya ajetreo nada más nacer. Espero que nunca más lo vuelva a intentar. El no tener lo que deseas, no te da derecho a arrebatarserlo a otros.
ResponderEliminarQue mujer tan petarda robar un niño imperdonable. El niño angelico.....
ResponderEliminarVaya !!! pobre bebé....pero quien se lo llevó?....que tía más mala, no le vale con una vez....que tiene que ir a comprar otra mochila?
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