Relato


Mi pequeño humano.



La primera vez que vi a mi pequeño humano, fue a través de unos cristales, yo estaba medio adormilado por el aburrimiento que sentía, de vez en cuando daba saltos, o intentaba dar una voltereta, pero era tan pequeña mi jaula, que lo único que conseguía, eran golpes en todas partes de mi cuerpo.
Ese día fue diferente, lo normal era ver a humanos que se quedaran mirando a través del cristal, unas veces entraban, otras lo golpeaban y en esos casos el susto que me pegaba era terrible, otras veces se llevaban a algún amigo mío y ya no volvía a saber de él.
Mi último amigo en irse fue Misin, la verdad es que no pude intercalar muchos ladridos con él, porque solo estuvo en su jaula durante dos comidas mías, lo recuerdo como una bola de pelo naranja con dos ojos redondos, cuando le di mi ladrido de bienvenida, Misin, me contestó con un bufido, en esos momentos ya no lo vi tan pequeño como al principio, de repente su pelo se erizó, y su columna se arqueó de tal manera, que eché una pata para atrás y ya lo empecé a mirar con más cautela, pero he de deciros que lo echo de menos.
Ese día mi pequeño humano solo me miraba a mí, y eso que en la jaula principal, estaba Barti, una gatita blanca y presumida, que lo único que hacía era acicalarse y pasearse por toda la jaula como si de un desfile se tratara.
Mi pequeño humano, iba con un humano más grande, que lo único que sabía hacer era mover la cabeza de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, el rato que estuvieron delante de mi jaula, yo solo tenía ojos para mi pequeño humano, y mi pequeño humano no me quitaba los ojos de encima.
Me fijé que mientras el humano grande movía la cabeza, a mi pequeño humano le empezó a salir agua por los ojos, de repente me recordó a Misin por que empezó a ponerse rojo
y  me pregunté si a él también se le erizaría el pelo, pude comprobar que su pelo seguía intacto.
No volví a ver a mi pequeño humano hasta dos comidas más tarde, eso incluía una pequeña siesta que la recuerdo soñando con Barti y Misin.
Ese día, cuando vino el humano que se encargaba de darme la comida, tuve la sensación de que algo iba a cambiar, a diferencia de los anteriores días, me pasó el cepillo por la lomera varias veces, me echó un líquido apestoso que yo intenté rehuir, echando mis patas para atrás, pero  entonces vino otro humano, y dócilmente dejé que me echaran ese líquido por todo mi cuerpo.
Entonces de pronto vi a mi pequeño humano, volvía con el humano grande, el humano que me daba de comer, abrió la jaula, y me dejó salir, entonces mi pequeño humano me abrazó, sentí su olor y su calor dentro de mí, entonces en esos momentos sabía que lo querría hasta el resto de mi vida.
La primera patada que recibí, fue del humano mayor, ese día, estuve encerrado en una pequeña habitación sin salir a la calle, cuando abrió la puerta, señaló el pis que había a mi lado, me propinó una patada tan fuerte, que aún aullo de dolor.
Yo no quería hacerme pis, pero ya no recordaba cuando fue la última vez que salí al parque.
Cuando mi pequeño humano estaba en casa, yo hacía mis necesidades en cualquier árbol de los cientos que había por ahí, pero cuando se iba por unos días, prácticamente no pisaba la calle.
La primera vez que mi pequeño humano se fue durante un tiempo, vino a buscarlo una humana, estaba yo junto a una maleta, la humana cogió la maleta, recuerdo que me miró, y fui a darle un lengüetazo cuando ella me atestó una patada en la tripa.
Los días iban y venían así, cuando mi pequeño humano estaba en casa, él se encargaba de mi con un amor que recuerdo como lo más maravilloso del mundo, entonces yo era feliz, salíamos a jugar al parque, recuerdo que a él le encantaba tirarme una pelota para que yo la recogiera con la boca, y siempre recibía una salchicha, desde luego, ese era el mejor juego del mundo.
Recuerdo las noches envuelto entra sus piernas mientras dormíamos, a veces mi pequeño humano dormía y yo le lamía la cara, él sonreía y yo volvía a acurrucarme junto a él.
Cuando mi pequeño humano se iba con la humana mayor, me pegaba casi todo el día encerrado, había días que salía a la calle, pero los paseos eran tan cortos, que ni a veces me daba tiempo a hacer mis necesidades.
Recuerdo una patada tan grande, que me pegué vomitando toda la noche, la consecuencia al día siguiente fue aún peor.
Una tarde, estaba dormitando en aquel cuarto oscuro, mi pequeño humano se había despedido de mí, sabía que no lo vería durante un tiempo, recuerdo que la puerta se abrió de golpe, y el humano grande me invitó a salir, bajamos al garaje y abrió la portezuela del coche, durante el camino me dormí varias veces, era la segunda vez que subía ahí y a diferencia de la primera, el viaje se me hizo eterno, hacía mucho calor y no tenía agua.
Abrió la portezuela y me dejó salir, no reconocía aquel lugar, no había nada en los alrededores, yo empecé a olfatear y no reconocía nada, de repente me vi atado al tronco de un árbol, aún me escuecen los ojos de la polvareda que el coche del humano grande levantó al desaparecer ante mis ojos.
No sé cuánto tiempo llevo atado a este árbol, solo sé que tengo hambre y sed, pero sé que mi pequeño humano vendrá pronto a buscarme.



Dedicado a todos los animales que abandonan y maltratan a diario.

Comentarios

  1. Que pena que abandonnen los animales dan ganas de llorar

    ResponderEliminar
  2. Que triste. Los más animales, los humanos.

    ResponderEliminar
  3. Es toda una realidad cruel, en la que no somos capaces de solucionar.....otro gran relato

    ResponderEliminar
  4. Qué cruel... En ocasiones me avergüenza pertenecer a la raza humana

    ResponderEliminar
  5. ¡ Que triste y que verdad tan grande! Bonito relato

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

RELATO

Amantes.

El último habitante