Relato
LA
HABITACIÓN.
Este
relato es un guiño a la escritora Virginia Wolf.
Para el que no la conozca, os diré que fue una
escritora británica muy destacada del S.XX y también feminista.
Conocida
en todo el mundo por un ensayo suyo titulado:" UNA HABITACIÓN PROPIA",
ella decía que para que una mujer pudiera escribir lo que quisiera, con
pensamientos libres, sin sentirse ultrajada, maltratada, menospreciada, solo
necesitaba dos cosas: una habitación propia con candado incluido para que
ningún hombre la molestara o le pegara, y unas pocas libras para mantenerse con
lo mínimo.
No
tenía ni sesenta años, cuando se llenó los bolsillos de piedras, se echó al
río hasta morir ahogada.
RELATO
Ella
vivía en una de las ciudades más grandes del mundo, en una bonita casa, y tenía
un trabajo decían, bastante importante.
Pero
ella no quería eso, ella quería una habitación propia como Virginia Woolf, si
la hubieran oído, se hubieran echado a reír, porque claro que tenía una
habitación propia, lo que ella quería era una habitación propia pero de verdad.
Ella
tenía una manera de tener su propia habitación, cada día, cuando llegaba a su
casa, se quitaba los zapatos, se desprendía con furia de aquella falda
estrecha, se desmaquillaba completamente la cara, y lo más reconfortante, se
quitaba una a una, las horquillas que rodeaban el tirante moño, haciendo que
cayera el pelo, en forma de cascada sobre los hombros.
Entonces
se miraba en el espejo de pared, no parecía la misma que diez horas antes había
salido por la puerta, pero le encantaba, era ella y no la otra, que la gente
parecía preferir.
Fue descalza hacia la cocina, se preparo un
bocadillo con un café, y seguida de Rufo, se sentó encima de su cama, abrió su
ordenador, y comenzó a escribir.
Le
encantaba escribir relatos, era su manera de tener su propia habitación dentro
de su cabeza, nadie sabía, que lo que más ansiaba, era llegar a casa y
escribir.
Ella sabía, que la tenían como una persona un
poco rara, salía poco, y no se le conocía pareja, a ella todo eso le daba igual.
Tenía
muchos relatos escritos, llevaba años escribiendo historias, un día, llegó una
carta certificada a su casa, la carta decía, que su libro de relatos había sido ganador, y que
iban a publicar su obra.
Su
felicidad no podía ser mayor, a todos les gustaron su libro de relatos, llegó a
salir en la prensa, en la tele, y la llegaron a comparar incluso con el
magistral Stefan Zweig.
Entonces
despertó, encendió la luz, y se dio cuenta que no había ganado ningún premio,
se levantó, preparó café, se duchó, se puso su falda estrecha junto con la
camisa y los zapatos, se maquilló a conciencia, y por último, se hizo el moño,
bien tirante rodeado de horquillas para que no se le escapara ningún mechón.
Se
miró en el espejo de pared, cogió su bolso, y salió corriendo esperando que
pasaran pronto las horas, para eliminar todo lo superficial y volver a su propia habitación.
Que desilusión con el sueño
ResponderEliminarA veces en los sueños se es más feliz que en la vida real. Hay que luchar por lo opuesto.
ResponderEliminarSoñar es gratis...pero hay que conseguir que se haga realidad. Si uno de lo propone...es cuestión de creérselo
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