RELATO
Un tipo sospechoso
Salgo con el tiempo
justo de casa. Agarro el bolso, las llaves y me voy por la puerta con
un sobrealiento que hace que tenga que detenerme en seco. Maldigo en
voz alta:- He vuelto a olvidarme las gafas de sol. No soy nada sin
ellas, ni siquiera cuando el cielo está cubierto. Estoy a punto de
subir a buscarlas, pero llevo diez minutos de retraso y toda una
semana llegando tarde a trabajar.
Estoy parado en un
semáforo y la veo llegar a lo lejos. La manera que tiene de moverse
es inconfundible.Va con paso apresurado. Me fijo en su bolso: lo
lleva medio abierto y por el resquicio le asoma el mango del
paraguas. Hoy no lleva las gafas de sol y a pesar de que sus ojos se
ven hinchados, está preciosa. Enciendo un cigarro sin dejar de
observarla: hoy tampoco se ha lavado el pelo, lo lleva recogido, y el
cabello que amanece en sus sienes se le pega al cráneo como si
estuviera pegado con cera. Ha cambiado de abrigo; este se ajusta en
exceso a su cintura, quizás sea porque se ha abrochado demasiado el
cinturón. La noto nerviosa, mira sin parar su reloj. Otra vez llega
tarde, lleva toda la semana saliendo con retraso de su casa. Si fuera
mi novia, eso no le ocurriría, la llevaría en mi moto a donde
hiciera falta, incluso, al fin del mundo.
Otra vez ese tipo.
Desvío mi mirada y disimulo observando compulsivamente mi reloj. Ese
hombre; ¿me observa todos los días? O, ¿me estoy volviendo una
paranoica? Se ha encendido un cigarro; es el mismo ritual de todas
las mañanas: Llego a la parada del autobús y ahí está, da igual
si salgo pronto o tarde de casa, pero todos los días, de lunes a
viernes está ahí, es como si formara parte del mobiliario, pero ese
no es el problema: mi inquietud es que me siento observada,
vigilada.Mañana me desviaré por otro camino, eso será lo que haga.
Lo tengo decidido.
Ha subido al
autobús. Es hora punta y tendrá que lidiar con un montón de gente
para poder encontrar un asiento. Si fuera mi novia eso no le
ocurriría, la llevaría todos los días a trabajar, no tendría que
volver a coger el autobús atestado de gente, ni tendría que
aguantar empujones, por supuesto que no. La llevaría donde hiciera
falta. Por ella sería capaz de hacer cualquier cosa.
Abro la puerta y
acaricio al gato. Después de un año viéndolo casi a diario, aún
no se su nombre. Se enreda entre mis piernas y me pongo a su altura
para sentir su leve ronroneo. Hoy la casa está echa un puto
desastre: La taza del desayuno está en una balda del cuarto de baño,
un sujetador está colgado de una silla; lo acaricio y lo huelo. El
bote de gel está en medio de la bañera, y un olor a coco se ha
apoderado de todo el aseo. Abro la puerta de su habitación: La cama
está completamente desecha. -¿Cómo lo hará para dejarla así, si
duerme sola?- Me descalzo y me tumbo, huelo la almohada y me impregno
de su olor. Me bajo los pantalones, pero entonces oigo un ruido que
no me es familiar, me abrocho rápidamente el botón del pantalón, y
cojo una horquilla suya que está al lado de la lámpara de la
mesilla, lleva dos pelos enganchados y meto el pasador en uno de mis
bolsillos. Me despido del gato hasta mañana, y dejo la llave en un
pequeño hueco que tiene al lado de su puerta. Sé que es su llave de
emergencia. Es lo que tiene llevar dos años siguiendo sus pasos.
Hoy me
caerá otra bronca. En el fondo mi jefe tiene razón; no puedo llegar
toda la semana tarde. De todas las maneras, de lo que me tengo que
acordar mañana es de coger el desvío de la calle Mallorca, y coger
el autobús en la avenida. No quiero volver a encontrarme con ese
tipo, no se lo que es, pero hay algo en él que me pone los pelos de
punta. Lo tengo decidido, mañana me iré por el otro camino. Sólo
espero no volver a cruzármelo nunca más.
No quiero que sea otra víctima más, pero entra incluso en su casa. Mal presentimiento.
ResponderEliminarQué mal rollo...🤨😥😮
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