Relato
Turno
de noche (3º parte)
Me
acerqué con paso cansado, al casillero donde se guardaban las llaves, realmente eran
unos ganchos oxidados lo que las sujetaban, con un cartel a la derecha, donde se dibujaba una flecha, pintada con rotulador que decía:
cámaras frigoríficas, sólo el leerlo, me puso el vello de
punta.
Notaba
mi mano sudorosa, empecé a sentirme mal, un flashback me vino a la
cabeza, algo que tenía escondido dentro de mi cerebro, ocurrido hace muchos
años, e hipotéticamente olvidado, a base de terapias con psicólogos, psiquiatras,
medicación, y el amor de mis padres, me vino a la cabeza en forma de diapositivas, no
llegué ni siquiera a rozar la llave, me apoyé en la pared fría y sucia, noté un leve hormigueo en mi mano izquierda, una araña subía por una de mis falanges,con la mano libre la aplasté sin miramientos, y las imágenes del pasado, se sucedieron en mi mente de manera dominante, mi cerebro ya no podía parar,le
había dado al play de lo que creía olvidado para siempre.
-¿Jugamos
al escondite tata?
-Ahora
no me apetece, déjame en paz y no seas pesado.
Venga
tata, que me aburro.
-¡Qué
me olvides¡, ¡déjame tranquila¡ ¿crees que voy a perder el tiempo con un enano
cómo tú?
-Si
juegas conmigo, te haré la cama durante una semana.
-Dos
semanas, ¿trato hecho?
-¿Quién
empieza?
-Yo
cuento, y tu te escondes.
Mi
tata se dio la vuelta contra la pared, y empezó a contar: uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis...... y así hasta cien, esa era la regla, contar hasta
cien, yo era tan pequeño que cuando me tocaba contar a mi, como no sabía hacerlo de seguido, lo que hacía era contar en tramos de diez en diez, y cuando
los diez dedos de mis dos manos se encontraban con los puños cerrados, ya sabía
que podía darme la vuelta, ojala ese día se hubiera escondido mi tata, pero no
fue así, fui yo, y yo fui el que perdió el juego.
-
Noventa y ocho, noventa y nueve y cien, enano, ¡ya salgo¡
-¿Dónde
estás? Te huelo desde aquí enano, noto tu miedo.
Me
escondí en un armario, era un mueble de tres puertas enorme, situado en la
planta de arriba, exactamente en la habitación donde había dormido hasta hacía
tres semanas mi abuela, ella había muerto, y nos tenían prohibido subir a jugar a ese cuarto, mi madre decía que aun era pronto para ello, pero quería que mi tata
pensara que no era un miedica, lo que yo anhelaba, era que ella fuera diciendo que era un valiente, y por eso me encerré ahí.
Olía
a antipolillas, enseguida empecé a estornudar, también olía a viejo y a madera
podrida, recuerdo que me tapé la nariz, solo pensaba en que mi tata creería que
era un héroe por haberme atrevido a entrar en aquella cueva vieja y raída por
el paso del tiempo.
Pero
me encontró, antes de lo que nunca hubiera imaginado.
-¡Te
pillé enano¡, la próxima vez no hagas tanto ruido cuando subas las escaleras.
Ni
siquiera le contesté, no tuve opción, vi que metía su mano dentro de uno de sus
bolsillos, sacó una vieja llave de latón, me la mostró como el que enseña un
tesoro, torció el gesto, y me miró a los ojos con un asco que nunca hubiera pensado,
cerró la puerta, y oí como se giraba la llave.
-¡Tata¡,
¡abre ahora mismo¡
La
llamé varias veces y no contestó, oí sus pasos a través de aquella
puerta donde se posaba mi oreja, sus pisadas se oían más cerca, y noté como la
vieja llave entraba en la cerradura.
-Por
fin estás aquí, venga déjame salir, tu ganas, te haré la cama durante dos
semanas.
-¡No¡,
el juego todavía no ha terminado, esto acaba de empezar.
-¡Tata¡,
¡quiero salir de aquí¡,¡déjame salir¡
Pero
no me dejó, puso sus brazos en forma de cruz para que no saliera, me defendí
dándole una patada en una de sus extremidades, lo único que conseguí fue que ella me
atestara un puñetazo en la tripa, que me hizo caer irremediablemente.
-¿Qué
llevas ahí?
Reparé que a sus pies, había una bolsa de plástico, se movía de un lado para otro, la levantó y desató el nudo, el fardo se sacudía sin piedad, sacó una lata de leche condensada y me la echó por encima, agitó la bolsa dentro del armario cayendo lo que había en su
interior, media docena de ratones se abalanzaron sobre mi al oler aquel
dulce pegajoso.... La puerta se cerró de nuevo...(continuará)
No me gusta hacer sufrir a un niño así, podia haber hecho otra broma
ResponderEliminarPor favor, que nervios, que intriga, las canicas, las cámaras frigoríficas, ahora el armario.... Necesito el siguiente...
ResponderEliminarMe encanta el armario...como escondite....ji ji
ResponderEliminarMe encanta hermana... cuando te vea en la Feria del libro firmando ejemplares...ya será lo más de lo más
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